Hace un poco más de un año, el periodista Luis Aubele me realizó una entrevista que publicó en su columna A boca de jarro, en La Nación. Hoy volví a leerla y sentí ganas de traerla nuevamente:
“El camino para hacer es ser, dice la tradición que sostenía el sabio Lao Tsé en el siglo VI antes de la era cristiana. Es que no es posible ser mejor manager ni líder de un equipo o una empresa de lo que se es como persona”, explica Andrés Ubierna, ingeniero y especialista en liderazgo personal y organizacional.
“El liderazgo tiene que ver con la conciencia de que somos todos generadores de realidades y no simples espectadores ni víctimas de circunstancias. Sepamos que tenemos la capacidad de influir en el mundo, reconociendo y ejerciendo nuestro rol en el equipo de creadores. Pero acceder a nuestra capacidad de liderar requiere visión, práctica, esfuerzo, reflexión y un alto compromiso con la humanidad y sus valores. Responder preguntas como ¿para qué estoy en el mundo?, ¿cuál es el sentido que quiero darle a mi existencia?, ¿qué clase de persona quiero ser?”, agrega.
“Otro proverbio chino, posiblemente de un autor anónimo anterior a Lao Tsé, aconsejaba: Si quieres un año de prosperidad, cultiva granos; si quieres diez años de prosperidad cultiva árboles; pero si quieres cien años de prosperidad, cultiva gente. Curiosamente, es la respuesta a un tema contemporáneo: ¿qué diferencia a las empresas exitosas, capaces de sostener su alto nivel aun en circunstancias críticas, del resto? La diferencia es el talento de su gente, pero la afirmación de que el ser humano es el principio y fin de toda organización productiva implica además una elección vital tanto para las personas como para las empresas, que en realidad son redes de personas.”
– ¿Qué es lo espiritual para usted?
Llamo espíritu al principio que impulsa la existencia, que inspira y sustenta la vida. Es espiritual toda acción y actividad que favorece la vida, la conexión, la superación y la trascendencia. Desde hace unos 15 años observo una tendencia creciente que parece estar filtrando definitivamente el mundo organizacional: vincular el desarrollo espiritual bien entendido con una mayor capacidad para producir resultados superadores en forma sustentable. El cuidado del ser es un fin en sí mismo, pero cuando quienes persiguen mejorar y tomar decisiones estratégicas se percatan de esta relación causal se abre una inigualable ventana de oportunidades para desactivar grandes cuotas de sufrimiento humano innecesario y perseguir la riqueza material y el avance tecnológico, sin enajenar lo más valioso que tenemos: nosotros mismos.
– ¿Puede desarrollarlo un poco más?
Para mí es muy clara, por observación y experiencia, esta relación sistémica que existe entre intensificar la experiencia de bienestar personal, la capacidad de construir relaciones sólidas y el logro de mejores resultados. Porque si bien en el corto plazo es posible llegar a logros sobresalientes sacrificando mi identidad más profunda y descuidando con mis actos el ámbito de los valores, esta estrategia no puede sostenerse por mucho tiempo, ya que erosiona la estructura básica sobre la que se sostiene todo ser humano, dentro y fuera de las empresas: el ser. Hoy estamos en condiciones de resolver el conflictivo y viejo dilema entre humanidad o efectividad, transformándolo en más humanidad igual a más efectividad. No creo en eso de que para tener tenés que sacrificar el ser ni en que para ser tenés que sacrificar el tener. Tal vez, pensar el ser y el tener como opciones entre las cuales elegir sea una de las razones de fondo de muchos de los serios problemas que tenemos en los niveles personal, colectivo y planetario. Elijo verlos como dos factores de una misma cuenta: el bienestar humano. Pero en este caso el orden de los factores altera el producto.
– ¿Puede dar ejemplos de estas prácticas espirituales?
Hay que advertir que para que estas respuestas se conviertan realmente en prácticas organizacionales y de vida necesitamos cumplir el requisito de estar atentos momento a momento a lo que nos sucede con lo que sucede. Esta atención nos permite tener una mejor capacidad de observación, y esta observación amplificada nos ayuda a actuar con efectividad consciente. La conciencia es determinante a la hora de mejorarme y mejorar. Veamos algunos ejemplos de prácticas espirituales:
Explicar los problemas con responsabilidad.
Reflexionar sobre lo realizado para ver cómo hacerlo mejor.
Encontrar formas positivas de interpretar los hechos.
Aprender de los errores.
Comunicarme con autenticidad y respeto.
Escuchar para entender.
Honrar los compromisos.
Resolver conflictos en forma colaborativa y creadora.
Permanecer equilibrado ante situaciones emocionales turbulentas; pensar positivamente.
Relacionarme con empatía.
– ¿Qué podemos hacer para desarrollar nuestra atención, nuestra conciencia?
Creo que la milenaria meditación es la práctica espiritual más efectiva. ¿Qué es meditar? Daré una definición basada en mi experiencia: es estar serenamente atento a lo que sucede en el momento presente. Prestar atención a algo nos permite mejorarlo, y dar nuestra atención es la forma más simple que conozco de dar amor.
Autor: Andrés Ubierna
Fuente: Puerto Managers