¿Puede delegar un proyecto muy importante en cualquiera de sus subordinados?, ¿le es igualmente fácil otorgar permisos a un hijo obediente que a uno que suele desobedecer?, ¿le daría su número personal para retiro de dinero de los cajeros automáticos bancarios a todos sus familiares?, ¿se atreve a contar situaciones relevantes y privadas de su vida a cualquiera de sus compañeros de trabajo?
La calidad y efectividad de una relación depende totalmente de la confianza existente entre las personas. Tanto en lo personal como en lo profesional la confianza es el vínculo que sostiene los encuentros entre las personas, es el pegamento que mantiene unida a la gente. Cuando desconfío de alguien simplemente no puedo encargarle, ni compartirle asuntos importantes; cuido mis palabras y protejo mis intereses. Cuando esto sucede no hay riqueza en la relación y éstas se dan de manera superficial y sin buenos resultados.
Como casi todo en vida la ruta hacia la confianza es un camino de dos vías; por un lado circula el hecho de que podamos confiar en los demás, pero en el otro sentido transita la posibilidad de que los demás confíen o no en nosotros.
Si queremos que confíen en nosotros, no hay alternativa, debemos ser personas confiables y la confiabilidad no se obtiene con títulos, discursos o comprándola con tarjeta de crédito por internet. Cuando logramos que los demás nos reconozcan como personas confiables, obtenemos uno de los más importantes activos que la reputación de un ser humano puede anhelar, ser considerados confiables y depositarios dignos de proyectos y confidencias de alto nivel.
Existen dos tipos de confianza, la profesional y la de amistad, pues no evaluamos de la misma manera estos dos ámbitos. Por ejemplo, ¿conoce alguna persona con quien, a pesar poder convivir e incluso salir de vacaciones, jamás haría negocios? Eso se debe a que no es lo mismo la confianza personal que la confianza profesional. La confianza personal tiene su centro en la lealtad, prudencia y sinceridad que identificamos en el otro. Confiamos en un amigo o familiar cuando sabe guardar la información que le compartimos, nos comprende a pesar de nuestros desacuerdos y se mantiene a nuestro lado a pesar de las circunstancias. Si queremos ser considerados confiables por nuestras amistades y familia, requerimos cubrir esos requisitos.
Por otra parte, la confiabilidad profesional se da cuando juzgamos que una persona reúne dos requisitos: ser competente en su área de especialidad y poseer un carácter sólido. Pensemos en el siguiente ejemplo: ¿puede confiar plenamente la reparación de su automóvil a un mecánico que es honesto y cumplido pero que no es muy bueno en las técnicas de la mecánica automovilística?, ¿y en un mecánico que es excelente en reparar los autos, pero es un hombre deshonesto y abusivo? Y si en lugar de un mecánico de autos se tratara de un médico y lo que hubiera que reparar fuera su cuerpo, ¿en cuál confiaría?, ¿en el honesto pero incompetente o en el competente pero deshonesto?
Lo más probable es que no confiemos en ninguno, pues para confiar en alguien desde la perspectiva profesional requerimos que sea competente en lo que le corresponde hacer y que también sea sincero, cumplido y una persona recta. Así, para convertirnos en personas confiables desde el punto de vista profesional, requerimos ser excelentes en nuestra área de especialidad y gente de carácter íntegro.
Para desarrollar la confianza profesional debemos asegurar nuestro nivel de ejecución y competencia; esto lo logramos a través de la constante capacitación y aprendizaje; practicando nuevas técnicas, solicitando asesoría y apoyándonos en un mentor. En cuanto al carácter, allí radica tal vez el reto mayor, pues suele suceder que nos auto evaluamos con demasiada ligereza respecto a nuestro comportamiento ético. Aquí lo recomendable es solicitar a alguien de confianza que nos diga con toda sinceridad en qué áreas de nuestro carácter considera que debemos mejorar y dedicarnos a ello.
Le invito a convertirnos en personas más confiables a través de cumplir lo que prometemos, decir la verdad, ser puntuales, guardar las confidencias, mantener la lealtad y trabajar con excelencia. Ante estas cosas no hay argumentos contrarios y sí grandes beneficios.
Autor: Rafael Ayala