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¿Cuándo son importantes 0,2 segundos?

A las 9:35 Julián vuelve a su mesa con un cappuccino, determinado a escribir el informe que su jefe espera antes de comer. Las ventas han descendido un 7% en lo que va de trimestre y el reto de Julián es diseñar un plan de acción relámpago para recuperar el desfase.

Cree que podrá completarlo en dos horas. Así dispondrá de otras dos para contrastarlo con sus vendedores y enviarlo por correo-e a las 14:00. Intenta enfocarse en el desarrollo de dos ideas básicas que pueden permitirle alcanzar su desafío.

Sólo ha transcurrido media hora y ya ha atendido una llamada, rechazado otra, mirado dos mensajes de correo-e que ha decidido no atender y respondido con un “ahora estoy ocupado, ya te llamo luego” a dos personas que se han acercado a su mesa.

Además de todas esas interrupciones externas su mente vaga a todas partes excepto a donde él quiere. Julián se detiene, mira el reloj, se reclina en el respaldo de su sillón, alza la vista al techo y se dice: “para ser más efectivo en mi trabajo necesito aprender a gestionar mejor las interrupciones, tanto las externas como las internas”.

En efecto, Julián necesita modificar su cerebro para poder enfocarse con más efectividad en lo que en este momento es lo más importante para él: completar el informe.

Distracciones externas
Las distracciones están por todas partes. Y los avances tecnológicos, que te permiten estar “siempre conectado”, se cobran, en ocasiones como éstas, un peaje elevado disminuyendo tu productividad.

Un estudio señala que los individuos cambian de actividad cada 3 minutos, para hacer o atender una llamada, hablar con alguien o trabajar en un documento.

La cuestión es que cualquier distracción, por pequeña que sea, distrae tu atención y requiere esfuerzo redirigir tu atención a donde estaba antes de la distracción.

Cuando tu energía no puede concentrarse en un asunto concreto, disminuye tu capacidad para comprender, decidir, recordar, memorizar e inhibir. El resultado es, con frecuencia, una tarea inacabada, procrastinada o de baja calidad.

La solución pasa por gestionar las distracciones externas: alertas del correo-e, timbres de los teléfonos y personas que invaden tu oficina. Cuando comprendes la enorme cantidad de energía que inviertes en actividades pensantes de alto nivel, como planificación o creatividad, tomas consciencia del coste que esas interrupciones tienen en tu productividad.

Distracciones internas
Una gran parte de las distracciones con las que te enfrentas, sin embargo, no son externas, sino internas.

Un estudio mostró que los individuos tenemos, de promedio, un pensamiento cada diez segundos.

La tendencia de tu mente a vagar, aunque te parezca frustrante, es normal. El sistema nervioso no para de procesar, reconfigurar y reconectar los billones de conexiones de tu cerebro. El resultado es un torrente de pensamientos e imágenes que inundan tu mente consciente, aunque la mayoría no llegan a alcanzar tu umbral de atención y conforman tu gran ruido de fondo.

La minoría, que consigue distraer tu atención mientras realizas una tarea, es la responsable de la disminución de tu rendimiento.

Por qué tantas distracciones
Distraerse por la nueva información que detectas es un acto reflejo. Después de millones de años el cerebro ha aprendido a dirigir su atención a cualquier cosa que considere inusual o novedosa, como una forma de preservación.

Hay muchas distracciones en el trabajo. Cuando estás en una oficina o visitando a un cliente estás expuesto a una gran cantidad de estímulos (informaciones) que generan distracciones.

Cómo evitar las distracciones
La estrategia más eficiente para concentrarte en un pensamiento o tarea no reside tanto en la forma en que te enfocas, sino por cómo inhibes que otros aparezcan en tu foco.

Nuestro sistema de inhibición forma parte de una de las regiones cerebrales más ineficientes (energéticamente). Por eso funciona bien sólo de vez en cuando. El autocontrol es un recurso limitado. Cada vez te inhibes para hacer algo, el siguiente impulso es más difícil de parar.

Cuando decides realizar una acción voluntaria tiene lugar un lapso de 0.5 segundos entre la generación de la señal cerebral para hacer esa acción y el inicio de su ejecución real (B. Libet & col., 1983). Más importante aún es el hecho de que desde que tomas esa decisión hasta que tu cerebro toma conciencia consciente discurren 0.3 segundos, es decir, eres consciente del “deseo” de realizar la acción 0,3 segundos después de que tu cerebro haya iniciado varios millones de conexiones neuronales.

0,2 segundos cruciales
Así pues aún restan 0,2 segundos, que es el tiempo que media entre tu deseo consciente y el inicio de la acción. 0,2 segundos es una cantidad de tiempo suficiente, en términos cerebrales, para – con algo de práctica – darte cuenta del impulso y, tal vez, intervenir.

Este descubrimiento es clave. No posees mucha capacidad para intervenir en las señales que envía tu cerebro. Pero dispones del “poder de veto”, la capacidad de elegir actuar sobre el impulso.

Cuando no eres consciente de esos tres pasos – “señal cerebral, deseo, acción” – es probable que vayas directamente desde la señal cerebral al movimiento, como hacen la mayoría de los animales. Necesitas ser capaz de discernir entre ellos y sus escalas de tiempo. La forma de hacerlo es prestando atención a tus experiencias mentales, detectando los impulsos y actuando cuando aparezcan.

Parece que no disponemos de demasiada “libertad de voluntad” (free will), aunque sí disponemos de “libertad de vetar” (free won´t), que es la habilidad de inhibir una respuesta.

Resumen
Inhibir distracciones es una habilidad nuclear para mantener tu foco.

Para inhibir distracciones necesitas ser consciente de tu proceso mental interno y detectar los impulsos inadecuados antes de que ejecuten la acción potencial, porque cuando inicias una acción se dispara un ciclo energético que hace más difícil detener esa acción. Además, muchas actividades incorporan “recompensas” que mantienen tu atención.

Para evitar distracciones es útil que desarrolles el hábito de vetar las conductas, pronto, rápida y frecuentemente, antes que disparen la acción.

Tu cerebro se distrae fácilmente, y las distracciones tienen un coste energético elevado.

Permanecer enfocado requiere que aprendas no sólo a desconectar tu móvil. La parte más difícil es aprender a inhibir los impulsos conforme aparecen. Para inhibirlos elige vetarlos antes de que se conviertan en acción.

Concentración es una de las tres habilidades clave incrementar tu productividad personal.

Autor: Por Jaime Bacás
Fuente: RRHH Magazine