El organigrama es al equipo lo que el esqueleto a nuestro cuerpo. La autoridad debe respetarse, al margen de si estamos o no de acuerdo con ciertas decisiones. Nicolás Anelka, famoso jugador de la selección de Francia, fue expulsado en pleno Mundial 2010 por irrespetar a su director técnico. No obstante, esa no ha sido la única violación del “código de camerino” que existe en todo equipo de fútbol, y que también podría ser aplicable en las empresas.
El “código” exige que lo que se suceda en él queda allí para siempre, en privado. Alguien violó ese acuerdo y al divulgarse que Anelka insultó al técnico Domenech, en el camerino, Francia se quedó sin él, pese al momento crítico en que el equipo necesitaba del talento del jugador. Es vergonzoso que existan personas que no comprenden que, si en verdad desean lo mejor para su equipo, deben respetar las normas y dominar su deseo de protagonismo público ventilando hacia afuera problemas que deben resolverse internamente.
La autoridad debe acatarse, salvo cuando el “jefe” incurra en desviaciones de la ética y los valores. Es difícil y sofocante trabajar junto a un jefe al que no se admira porque no inspira pasión ni seguridad, no genera ideas, rumbo, ni aprendizaje. Sin embargo, eso no es excusa para romper las normas de respeto, lealtad y alineamiento de conductas.
Un cuerpo sin esqueleto, sería amorfo, sin orden ni equilibrio. Pero si el esqueleto predominara sobre otros sistemas como el muscular, todo sería exageradamente rígido. Eso es lo que ocurre cuando se dirigen organizaciones basándose solo en la autoridad formal y las estructuras de poder. En ellas se pierde el diálogo, la retroalimentación mutua, la cohesión espontánea y el disfrute de las relaciones. Bien dice C. Hightower: “Disciplina sin libertad es tiranía; libertad sin disciplina es caos.”
Los códigos se ponen a prueba en momentos cruciales; tolerar su rompimiento con tal de obtener un objetivo, resquebraja las bases más importantes de una organización. “Quien vive sin disciplina muere sin honor,” sentencia un proverbio islandés. Si desde antes de este incidente con Anelka, los franceses tenían problemas, ¿por qué no conversaron de inmediato para resolver todo aquello que afectaba al equipo? Que de paso, es otro principio básico del código de camerino.
La voluntad para respetar la autoridad es mayor cuando está respaldada por la legitimidad, es decir, por la autorización de los dirigidos hacia su líder para que tome decisiones en nombre de ellos. Perder la legitimidad y la credibilidad es depender de la obediencia y la sumisión, modelos que no son duraderos ni inspiran esfuerzos máximos.
Lamentablemente la selección de Francia en el Mundial 2010 no cumplió el código de camerino y las consecuencias para Anelka y el equipo son rotundas. ¿Se respetan esos principios en su equipo de trabajo?
Autor: German Retana