No hay, hoy en día, directivo que se precie que no incluya en su discurso el término conocimiento y sus derivados sociedad o gestión del conocimiento. Muy pocos entienden de qué están hablando.
El conocimiento no es lo que creemos que es. Google no es una fuente de conocimiento, como tampoco lo es un powerpoint sobre técnicas de venta, una base de datos, un libro de liderazgo o esta columna.
El conocimiento no es un objeto ni un contenido. Tampoco un curso entrega conocimiento.
El conocimiento es aquello que nos permite tomar decisiones y por tanto actuar. Si permite actuar, entonces se adquiere en el hacer, con la práctica y se demuestra en la acción y no hablando de ello. Evaluamos el conocimiento de una persona a partir de su desempeño y no de lo que dice saber (examen).
El conocimiento es inconsciente, intangible e invisible (está en las cabezas de las personas y no puede ser externo a ellas) y lo construye cada individuo a través de su experiencia cotidiana. Yo puedo leer libros sobre Maradona o Michel Jordan y ver cientos de videos con sus mejores jugadas y eso no me permite disponer del conocimiento que ellos tenían para jugar a fútbol o basket. Por esa razón, el conocimiento es difícil de gestionar e imposible de explicitar y transferir, aunque suene poco amable decirlo.
“Si hablamos de conocimiento, no se trata de saber, se trata de hacer”
Todos tenemos conocimiento para andar, hablar, leer o comer aunque no necesitamos pensar para ejecutar esas actividades. ¿Obvio verdad? Cuando teníamos un año, no lo era tanto, lo que ocurre es que hemos olvidado cómo lo aprendimos y lo hemos automatizado.
Para construir conocimiento, hay que aprender, es decir, hay que acumular experiencia reutilizable en el futuro y para ello se necesita tiempo, motivación y, sobre todo, mucha práctica. Si hablamos de conocimiento, no se trata de saber, se trata de hacer.
El colegio y la universidad nos han convencido de que aprender consiste en escuchar y repetir (Sé cómo se hace pero no sé hacerlo) en lugar de practicar y equivocarse (Sé hacerlo pero me cuesta explicar cómo lo hago).
El inconsciente es el que guía nuestras acciones pero solo aprende de una manera: por experiencia repetida. Contar las cosas a los alumnos en un aula es perder el tiempo, no nos escuchan y además estamos hablando al yo equivocado. Maradona me puede contar mil veces cómo le hizo su gol a Inglaterra, pero nada de eso servirá para que yo lo pueda hacer como él.
En realidad, los directivos están hablando de Información y su confusión tiene una importancia decisiva. Cada vez tenemos más información, estamos sometidos a una verdadera sobredosis diaria desde múltiples fuentes. Pero al mismo tiempo vivimos con la angustia permanente de que el conocimiento que tenemos no es suficiente.
Es urgente desterrar la gravísima falacia de creer que recopilar, distribuir y acumular información (Internet es una fuente inagotable) equivale a generar conocimiento que además se sabrá usar apropiada y eficientemente. Aprenderse de memoria un diccionario no equivale a aprender un idioma.
Por: Javier Martínez Aldanondo, Director de e-learning en Chile de GEC