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Rompe una lanza por la proactividad

La expresión romper una lanza a favor de algo o alguien, proviene de la justas medievales, cuando un caballero rompía una lanza, antes de luchar, para defender el honor de otra persona.Hoy te invito a que rompas una lanza a favor de la palabra proactividad para difundir su significado y, sobre todo, su aplicación.

Proactivo es un neologismo que se introdujo en el idioma español en la década de los setenta. Proviene del inglés “proactive”, aunque aparenta ser un constructo del prefijo pro- (movimiento hacia adelante) + activo (diligente y eficaz).

El término parece acuñado en 1933 en el ámbito científico y, más tarde, difundido al gran público por Victor Frankl (1946) en su celebérrima obra “El hombre en busca de sentido”.

¿Qué es proactividad?
Es la anticipación a los acontecimientos (estímulos) – como las demandas de los clientes, mercados, tendencias o problemas – planificando tu respuesta con anticipación.

La Real academia de la Lengua Española aún no ha aceptado e incluido esta palabra en su diccionario.

La circulación (uso) de esta palabra en nuestra sociedad es muy limitada. Incluso en los ámbitos en los que se introdujo, como el científico y empresarial, su utilización y conocimiento es restringido. Tal vez sea ésa una de las razones por las que nuestra cultura empresarial carece de un nivel elevado de proactividad.

Lo contrario a proactividad es reactividad (no la busques tampoco en el diccionario), que podría definirse como “reacción a un estímulo cuando éste sucede”.

¿Para qué sirve la proactividad?
Algunos autores y, sobre todo, Stephen Covey (1989) nos trajo a muchos este concepto nuclear, que él considera como el primero de “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva” – o productiva – añado modestamente.

Si tienes el libro reléelo, son sólo 29 páginas sin desperdicio que te servirán para colocarte en la línea de salida para robustecer tu productividad de forma significativa, porque del desarrollo de tu proactividad dependen los demás hábitos productivos.

La proactividad es una actitud con la que asumes el control pleno de tu conducta de forma activa, lo que significa que tomas la iniciativa en el desarrollo de acciones creativas, mientras consigues que prevalezca tu libertad para elegir sobre las circunstancias o condicionantes de tu vida.

Por el contrario, las personas reactivas se ven afectadas por las circunstancias y condiciones de su entorno. Obran como si no tuvieran libertad para elegir sus acciones.

Respons-abilidad
Covey sostiene que la conducta individual es función de las decisiones propias, no de nuestras condiciones o circunstancias.

De esta forma introduce el concepto de respons-abilidad, es decir, la “habilidad de responder” a los estímulos o de elegir tu respuesta a ellos.

Si alguien te insulta (estímulo), por ejemplo, puedes elegir que tu “respuesta” sea ignorarlo en lugar de “reaccionar” de forma inconsciente devolviendo otro (“Nadie puede herirte sin tu consentimiento” – Eleanor Roosevelt).

Construyes tu proactividad a partir del desarrollo de tu autoconciencia, imaginación, conciencia moral y voluntad independiente. Tus respuestas o elecciones están basadas en tus valores.

Desarrollar tu responsabilidad se convierte, así, en un elemento de liberación frente a los distintos paradigmas deterministas tan arraigados en nuestra cultura, como lo son el genético (“soy así”, “es mi carácter o personalidad”, o sea, que va en tu ADN), el psíquico (“tengo que”, “debo de”, “no puedo”, o sea, es culpa de mi experiencia y educación infantil) y el ambiental (“si mi jefe, esposa, Zapatero, economía…no fuera así”, o sea, la culpa es de los demás). La traducción está clara: “yo no soy responsable” – no puedo elegir mi respuesta.

La responsabilidad aparece para convertirse en tu fuerza liberadora. ¡Grandioso!

Los círculos de preocupación e influencia

Por ese sendero llegamos a un concepto gráfico de gran claridad: los bien conocidos círculos de preocupación y de influencia.

Las personas reactivas eligen “vivir”, preferentemente, en el primero. Se enfocan en los defectos de los demás y en los problemas y circunstancias sobre las que no tienen ningún poder. Experimentan sentimientos de culpa e impotencia. Por el contrario, los proactivos, “viven” en el segundo, eligen enfocarse y actuar en los asuntos en los que pueden “influir”. Las diferentes consecuencias en su productividad no pueden ser más obvias, por no mencionar en su bienestar.

El círculo de influencia está repleto de “ser”, o sea, de lo que “puedes ser”. Un foco en mí, en mi carácter. Mientras, el círculo de preocupación contiene “tener”, es decir, “si tuviera más tiempo o tuviera otro jefe o…”. El foco está fuera, en los otros, a los que conferimos el poder de controlar nuestra conducta.

Y, por si lo anterior no fuera poco, cuando eliges tu respuesta a las circunstancias y condiciones, influyes notablemente en ellas. Es decir, cambias el mundo exterior desde tu interior. ¡Formidable!

El compromiso
Finalmente aparece la aptitud para comprometerte – con los demás y contigo mismo. El compromiso deviene el núcleo de tu proactividad, al proporcionarte la conciencia de tu autocontrol.

El compromiso es la base sobre la que podrás construir el resto de tus hábitos productivos.

“En el momento en el que te comprometes y te pones en marcha, todo tipo de incidentes, encuentros y apoyo material imprevisibles, aparecerán para ayudarte. El simple acto de comprometerte es un imán poderoso de ayuda”.- Napoleon Hill, pionero de la teoría de logro personal.

Autor: Jaime Bacás
Fuente: RRHH Magazine