Hace ya mucho tiempo que venimos oyendo que estamos en la época de la información, de la creatividad y del conocimiento, pero esto nunca ha sido más cierto que hoy en día donde, según los diferentes estudios que se han ido haciendo, accedemos a tanta información en un día como una persona del siglo XVIII en toda su vida; los conocimientos se duplican en poco más de 80 días, el uso de Internet ha crecido un 305% desde el año 2000 y el tráfico actual de YouTube es igual al que soportaba toda la red en ese año; el universo digital posee una tasa de crecimiento anual del 60%…
Teniendo en cuenta estos datos, cada vez está más claro que ya no importa nuestro nivel actual de conocimientos ni cuán buenos somos realizando determinadas actividades o aplicando determinadas técnicas, lo que marca la diferencia en nuestros días, como profesionales, es nuestra capacidad de dar respuestas nuevas y adecuadas al entorno en cambio permanente que nos encontramos, porque lo más probable es que las claves del entorno sean nuevas y desconocidas y los conocimientos que se necesiten sean distintos a los que ya tenemos.
Por tanto, si hay algo que para mí no tiene duda alguna es que nuestro talento, hoy en día, está en nuestra capacidad de aprendizaje y adaptación. Nuestra riqueza, lo que nos hace ‘empleables’ permanentemente, está en nuestra cabeza y nuestra capacidad de hacerla funcionar adecuadamente.
La buena noticia al respecto es que, independientemente de la situación en la que nos encontremos en este momento, de si hemos ejercitado poco o mucho cerebro, y de nuestro propio estilo de vida, los últimos estudios en el ámbito de la Neurociencia apuntan que nuestro cerebro es totalmente plástico, es decir que es como un músculo al que si se le hace trabajar, crece y se fortalece y si no, se reduce, se anquilosa y se atrofia; que nuestra inteligencia es maleable, es decir que no nacemos con un nivel de inteligencia, sino que nacemos con una potencialidad que se desarrolla si la trabajamos; y que todos tenemos capacidad de aprendizaje a cualquier edad, es decir que los cambios y mejoras en la manera en que aprendemos, pensamos, percibimos y recordamos son posibles incluso en personas de edad avanzada.
Pero para ello, necesitamos adoptar una serie de hábitos que señalaré para aquellos que quieran aventurarse a explorar su propia capacidad de desarrollo. Con ello no quiero decir que sea fácil (soy de las que piensan que nada de lo que vale la pena en esta vida es fácil), sino que es posible, siempre y cuando tengamos ganas de hacerlo y la autodisciplina necesaria hasta desarrollar los hábitos necesarios.
De la misma forma que realizamos ejercicios para mantener nuestro cuerpo en forma, necesitamos realizar ejercicios para mantener nuestro cerebro en forma y establecer los hábitos que obliguen a nuestro cerebro a salir de su zona cómoda y desarrollarse. Así es importante, que cada vez que tengamos que resolver un problema, buscar una solución o plantear alternativas, nos obliguemos a dar un número determinado de ideas. En este sentido existe ya una técnica creativa, que es la técnica de las 20 ideas, a partir de la cual uno se obliga a buscar 20 respuestas, 20 soluciones o a plantear 20 alternativas. Este hecho nos obliga a salir de nuestros esquemas habituales y a buscar caminos alternativos.
Si alguien que no esté habituado a realizar este tipo de ejercicios se aventura a probarlo se dará cuenta que las primeras 5 respuestas son muy fáciles, ya que son nuestras respuestas habituales frente a las situaciones, las 5 siguientes, cuestan un poco más, pero resultan relativamente fáciles, y las que verdaderamente cuestan son las 5 últimas, ya que para llegar a esas, necesitamos buscar caminos y enfoques diferentes a los habituales y es ahí cuando el cerebro se desarrolla.
Asimismo, solemos convertimos en los reyes del hábito y tendemos a hacer las cosas siempre de la misma manera, de forma que si nos cambian, solemos sentirnos perdidos. Aunque nuestra inteligencia no puede vivir sin rutinas, los hábitos anquilosados son malos consejeros a la hora de afrontar situaciones nuevas o resolver nuevos problemas, ya que es lógico pensar que si hacemos las cosas como siempre, tendremos los mismos resultados de siempre.
Para romper con ellos, hemos de hacer cambios deliberados en aquellas rutinas que son susceptibles de cambios, acostumbrando así a nuestro cerebro a realizar cambios, como por ejemplo, cambiar el camino por el que vamos al trabajo, cambiar de vez en cuando la decoración de nuestro despacho y/o casa, oír diferentes emisoras de radio y o cadenas de televisión, hacer nuevas amistades en entornos diferentes al que solemos frecuentar, adquirir nuevos hobbies…
En mi opinión, las cosas no pasan por casualidad, por ello si queremos mejorar nuestra capacidad de adaptación, teniendo un mayor número y mejores ideas, tenemos que mantener una vida intelectual activa, alimentando la mente con nueva información constantemente, ya que el estancamiento mental, acelera el proceso de degeneración de nuestra capacidad de aprendizaje. Y la mejor manera de alimentar la mente es con la lectura.
No hace mucho leí en un libro que hacer buenas preguntas es una habilidad mucho más útil en nuestros días, que conocer o acordarse de las respuestas que alguien nos enseñó, ya que si tenemos que interactuar con situaciones nuevas, el cerebro tiene que adquirir rápidamente la comprensión de lo que sucede a nuestro alrededor y, la mejor manera de hacerlo, es a través de las preguntas. Así que hay que adoptar el hábito de cuestionar para ir más allá de lo aparente.
Las estadísticas dicen que los niños entre 4 y 8 años hacen una media de 33 preguntas a la hora ¿Por qué los adultos, excepto los genios, perdemos el interés indiscriminado por saberlo todo y nos conformamos con el clásico “siempre se ha hecho así y funciona” o “siempre ha sido así”?
Hacer preguntas es una manera motivadora de aprender y es una manera de enfocar a nuestro cerebro a buscar las respuestas adecuadas, ya que cuando le hacemos una pregunta a nuestro cerebro éste no descansa hasta que encuentra la respuesta. Una buena estrategia a seguir cada vez que nos enfrentamos a una situación nueva o a un problema poco frecuente, es hacernos la siguiente pregunta: ¿cuáles son las preguntas más importantes que debo plantearme?
Los expertos señalan que nuestro cerebro crece y se desarrolla adecuadamente, aumentando su plasticidad y la supervivencia de nuestras neuronas y, en consecuencia, su capacidad de aprendizaje y respuesta, cuando aprendemos cosas nuevas que requieren mucha atención y concentración. Por ello, es recomendable que adoptemos el hábito y nos obliguemos a aprender cosas nuevas permanentemente, tales como nuevos bailes, nuevos idiomas, resolver rompecabezas complicados… Ello sin lugar a dudas es difícil a medida que avanzamos en edad, sobre todo si nos hemos dedicado a fortalecer, practicar y hacer lo que sabemos hacer muy bien a lo largo de los años, y, en consecuencia, requiere que aprendamos a buscar la motivación que impulse esos nuevos aprendizajes.
Por último, está demostrado que nuestro cerebro consume el 20% del oxígeno que respiramos, el 20% de la sangre que bombea el corazón y entre el 20 y el 30% de la energía que utiliza todo el organismo. Si lo alimentamos y lo ejercitamos de forma apropiada, es capaz de crecer y cambiarse a sí mismo a cualquier edad. Por ello es necesario tener unos hábitos que permitan que el cerebro funcione a pleno rendimiento. De forma resumida, estos hábitos deberían orientarse hacia:
– Dormir entre 6 y 8 horas diarias, ya que el sueño favorece la consolidación de los aprendizajes, la organización de toda la información procesada a lo largo del día y la conversión de la memoria a corto plazo en memoria a largo plazo.
– Hacer ejercicio físico con moderación cada día, ya que permite una mejor oxigenación, la liberación de la adrenalina que vamos acumulando en nuestra ajetreada vida y, porque, además y desde principios de este siglo, se ha descubierto que favorece la neurogénesis. Creo que es importante señalar que la adrenalina, no sólo mina nuestra salud, sino que además destruye nuestras neuronas.
– Practicar técnicas de relajación y/o meditación que nos ayuden a eliminar las preocupaciones de nuestro cerebro, ya que es muy difícil que nuestro cerebro se centre en generar nuevas ideas y adquirir nuevos aprendizajes, si está ocupado con nuestras propias preocupaciones.-
– Respirar adecuadamente de forma que facilitemos la oxigenación de nuestro cerebro.
– Hidratarnos y comer adecuadamente, ya que un cerebro bien nutrido e hidratado mejora su capacidad de concentración, es capaz de comprender rápidamente y conserva su potencia en edades avanzadas.
Tal como ya he apuntado al principio del presente artículo, uno de los mejores aspectos es que nunca es demasiado tarde para empezar a trabajar adecuadamente nuestro cerebro, ya que éste está en permanente evolución y si recibe los estímulos adecuados funcionará cada día un poco mejor.
Es evidente que cuantos más hábitos de los descritos tengamos incorporados a nuestro repertorio de conductas, más trabajado y desarrollado estará nuestro cerebro. Cuanto más desarrollado esté nuestro cerebro, mayor será nuestra capacidad de aprendizaje y de dar respuesta al entorno de cambio en que nos encontramos. Y eso es, precisamente, lo que hace que seamos personas empleables, es decir, personas que podemos asumir cualquier proyecto profesional, independientemente del nivel, sector o mercado en el que trabajemos y/o vayamos a trabajar.
En mi opinión, tenemos que esforzarnos por buscar nuestra empleabilidad de por vida, porque da igual dónde y cómo, pero si somos empleables, siempre tendremos oportunidades profesionales a nuestro alcance. No hay que olvidar que esta característica de empleabilidad es, sin duda, la que buscan y seguirán buscando en el futuro las empresas en sus profesionales.
Así y resumiendo las claves de la empleabilidad expuestas a lo largo del artículo, éstas son:
– Forzar a nuestro cerebro a salirse de los esquemas habituales.
– Adoptar una actitud curiosa ante la vida, acostumbrándonos a preguntar.
– Cambiar periódicamente nuestras costumbres y nuestro entorno.
-Estimular nuestro aprendizaje permanentemente.
– Adoptar unos hábitos de vida saludables que permitan el buen funcionamiento de nuestro cerebro.
Autora: Blanca Valero Toda, psicóloga y experta en desarrollo directivo
Fuente: rrhhmagazine.com